Sobre mujeres y ciencia

 Uno de los Objetivos de Desarrollo de la Agenda 2030 es la igualdad de género en el ámbito científico, tratando así de aumentar la participación de las mujeres y las niñas en la ciencia y también de lograr un acceso igualitario a esta disciplina.

 Por ello, el 15 de diciembre de 2015 fue aprobado en la Asamblea General de las Naciones Unidas este día como el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Hoy se celebra un Foro de Alto Nivel en la Sede de las Naciones Unidas para conmemorar, por primera vez, este día tan importante.

Todos conocen la gran importancia que suponen la investigación científica y tecnológica para la sociedad, y la gran repercusión que han tenido (y tendrán) en la historia de la humanidad, por lo que cabría decir que muchas personas deben dedicarse a este ámbito y “cuantas más, mejor”. Sin embargo, las barreras de la mujer en el mundo científico continúan, siendo apartadas de este ámbito durante siglos.

¿Siguen existiendo las desigualdades o es más bien un mito?

En 2015, los psicólogos Wendy Williams y Stephen Ceci realizaron un experimento en el que pidieron a profesores universitarios que seleccionaran al mejor candidato para un puesto de investigación permanente. Todos los solicitantes, que eran de ambos sexos, poseían los mismos méritos académicos. Finalmente, los profesores prefirieron a las candidatas.

“Los esfuerzos por combatir el sexismo previamente generalizado en los procesos de contratación parecen haber surtido efecto”, declaran los autores, “nuestros resultados indican una atmósfera sorprendentemente favorable en nuestros días para las mujeres candidatas a puestos de trabajo en las disciplinas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas”.

Por lo tanto, ¿existe una desigualdad tan grave actualmente o ciertas mujeres se aferran a la discriminación para no entrar en carreras científicas?. A lo mejor simplemente sabemos que hay una “atmósfera favorable” porque el sexismo es políticamente incorrecto.

Las desigualdades existieron, es un hecho. Pero los tiempos han cambiado. Ya no se roban premios nobel como a Rosalind Franklin.

Franklin tenía teorías propias sobre el ADN gracias a que había conseguido una fotografía clave para lograr interpretar su estructura.

El investigador Maurice Wilkins, que estaba enfrentado con ella, robó dichas imágenes (la conocida como FOTO 51, que se muestra arriba) y se la enseñó a James Watson y Francis Crick. Gracias a ellas, Watson y Crick descubrieron la estructura en forma de doble hélice del ADN. En 1958 Rosalind murió de cáncer de ovarios, posiblemente contraído por el contacto con los rayos X que usó para su descubrimiento. Cuatro años más tarde, Wilkins, Watson y Crick recibieron un premio Nobel, en el cual ni nombraron a Rosalind y nunca le dieron reconocimiento por ello, quedando en el olvido hasta que un grupo de activistas logró darle a esta gran mujer el respeto que se merece en la ciencia.

A Marie Curie (sí, esa que siempre nombramos cuando nos preguntan si conocemos alguna mujer científica importante…y la única que solemos nombrar), casi no le dan el Nobel.

Al principio el Comité no quería que ella tuviera este galardón, hasta que Pierre (su marido) se quejó y tras esto la incluyeron en la nominación. Fue la primera mujer en recibir un Nobel, aunque fuera por su apoyo en una investigación conjunta a tres bandas.

Es un dato curioso, ya que cuando hablamos de ciencia, o de un ámbito científico concreto, todo el mundo tiene nombres en la cabeza. Física: Einstein, Biología: Darwin, Matemáticas: Pascal… Y cuando preguntamos “¿Y mujeres?” solemos responder, orgullosos de nuestro conocimiento y en voz alta: “Marie Curie”. Hasta ahí todo correcto, el problema viene cuando nos planteamos “¿ALGUIEN MÁS?”. Tratamos de decir UNA y es imposible.

Los experimentos de Rosalind Franklin fueron imprescindibles para conocer el ADN, material que conforma y describe a los seres vivos y les define tal y como son. Marie Curie dio su vida, y nunca mejor dicho, por la ciencia y el avance científico en materia de radioactividad. Pero…¿ya está?

En realidad de estos casos, como el de Franklin nos acordamos porque son jugosos y un tanto interesantes, pero no solemos llegar más allá.

Ahora podríamos hacer una lista de “Las 10 mujeres científicas más importantes de la historia” y nombrar hechos científicos y mujeres descubridoras que realmente han sido importantísimas para el desarrollo científico y tecnológico. Pero sigue sin quedársenos en la cabeza. Actualmente es muy común en entornos científicos ver a mujeres que son catedráticas, expertas en una materia o grandes investigadoras. Tampoco es raro ver en los documentales como una chica nos habla sus investigaciones en un laboratorio con una bata blanca. Ahora cabe pensar en si realmente ellas están allí por sus propios méritos o por mantener una “igualdad” numérica entre hombres y mujeres y así mejorar un poco la cara histórica de la desigualdad de género en la ciencia.

¿Cómo conseguir que esta igualdad no sea “por compromiso” sino real? Animando a las niñas a estudiar ciencia. Pero no sólo que la estudien, sino que les apasione. La ciencia y la investigación es algo formidable, nos ayuda a comprender el mundo que nos rodea y supone una grata satisfacción personal el ayudar al mundo a comprenderlo mejor. Como dijo Albert Einstein:

“La alegría de ver y entender es el más perfecto don de la naturaleza”

Fuente: 

«Cambia las cifras»: un manifiesto para dar visibilidad a las mujeres científicas. Periódico El Mundo

– «Rosalind Franklin, más allá de la foto 51″. Naukas

–  «Mujeres y ciencia: ¿un tiempo propicio?»  Ciencia para llevar, el Blog del CSIC.

«Las 10 científicas más influyentes en el Día Internacional de la Mujer en la Ciencia» La Información

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