Artículo escrito por Isabel López Calderón, catedrática de Genética Molecular de la Universidad de Sevilla.
LO QUE DICE LA BIOLOGÍA ACERCA DE LA DETERMINACIÓN DE GÉNERO
La familia de María espera intranquila en la salita de familiares, junto al paritorio del hospital general. Llevan un par de horas deseando que llegue el momento en que la enfermera anuncie «ha sido una niña» o «ha sido un niño». Cuando eso suceda todos sonreirán y se abrazarán, pero el momento tarda. Por fin sale la doctora que atiende a María y dice: «todo ha ido muy bien y tanto la madre como la criatura están bien, pero realmente no sabemos si es niño o niña». La frase crea estupor y es que parece como si lo importante no fuera que hubiera nacido un ser humano bien formado, sino cuál es su sexo. Ese ser se generó nueve meses antes, cuando el espermatozoide de Paco fecundó al óvulo de María y a partir de ese momento la célula inicial se dividió muchísimas veces, formó el embrión que se convirtió en feto hasta dar lugar a la criatura que ha nacido hoy. El óvulo de María había permanecido quieto, casi inactivo desde que se formó en el cuerpo de María cuando ella misma era un feto y sólo se despertó cuando por mor del azar le tocó madurar en el ciclo menstrual previo al encuentro con el espermatozoide de Paco. Pero desde entonces la actividad había sido frenética. Miles de instrucciones genéticas (genes) se habían puesto en marcha en momentos precisos y se habían silenciado a la orden de otras de rango superior en otros momentos igualmente precisos. Los productos de esos genes habían dado lugar a millones de reacciones que habían determinado que esta fuera una célula hepática, esta una neurona, que cada mano o pié tenga 5 dedos …. Si fuéramos capaces de seguir paso a paso esta transformación que dura nueve meses de un grupo de células para dar lugar a un ser humano, dejarían de asombrarnos todas las maravillas de mundo juntas.
La indefinición sexual inicial de la nueva criatura es una circunstancia que ocurre con muy poca frecuencia pero que a los que «les toca» y a su entorno, la vida se les pone un poco mas difícil, mas que nada por las convenciones sociales. Dada la importancia que le damos socialmente a la definición sexual y de género de un individuo, cualquier circunstancia que afecte a estas características, lo coloca en el ojo de mira de todos … o casi todos, porque algunos pensamos que esta no es mas que una característica propia de una persona y que es sólo el resultado de la confluencia de circunstancias biológicas, psicológicas y sociales y el resultado de esta confluencia no tiene por qué dar «blanco o negro», «varón o mujer», sino que puede constituir una paleta de colores.

¿Qué bases o razones existen para esta diversidad? Para empezar por la biología, existe la determinación cromosómica. La información genética de los humanos está comprendida en 24 cromosomas distintos, 22 comunes a hombres y mujeres y dos sexuales, el X y el Y, que tienen mucho que decir en la determinación sexual. Nuestras células contienen 2 copias de cada cromosoma, 23 pares, procedentes de papá y mamá y, en principio, los que tienen dos X (46,XX) son mujeres, y los que tienen XY (46,XY), son hombres. El diminuto cromosoma Y es principal determinante del desarrollo masculino. Pero ¿qué pasa con personas que por azar han recibido una herencia irregular de modo que son 47,XXY, o 45,X , o …. ?
Un poco mas allá se encuentra la determinación génica, es decir la influencia que la actividad o inactividad de ciertos genes tienen en la función sexual. Hay que empezar por el «mandamás», el gen SRY residente en el cromosoma Y («Sex-determining region of Y» o región de Y determinante del sexo). La actividad de SRY en el embrión hace que hacia la octava semana de gestación, los grupos de células indiferenciadas que van a formar los órganos sexuales internos, se decanten hacia ser testículos en vez de ovarios. Estos testículos comienzan a sintetizar testosterona y otras hormonas masculinas (andrógenos) de forma que el feto desarrolla órganos externos masculinos: próstata, escroto y pene. Pero hay cromosomas Y que no contienen SRY de modo que los grupos de células antes aludidos se convierten en ovarios que sintetizan estrógenos, hormonas femeninas, y el feto desarrolla útero, vagina y clítoris de modo que, aun siendo XY, esa persona tiene anatomía femenina. Por otro lado, existen personas en las que el gen SRY se ha translocado a otro cromosoma de modo que aun no siendo XY, la criatura recién nacida muestra características masculinas.
Claro que también está la influencia en estos fenómenos de genes relacionados con la síntesis o la sensiblidad a las hormonas sexuales, siendo el mas frecuente el caso de la «hiperplasia adrenal congénita» (HSC), que afecta a unos 1/10.000 nacidos, en la que una persona a pesar de ser XX, produce muchos andrógenos dando lugar a una masculinización genital y una apariencia masculina. O el caso de la insensibilidad a andrógenos (SIA) en la que los tejidos de personas XY no responden a los andrógenos que ellos mismos producen y, por tanto, se desarrollan como mujer. O, por último, la deficiencia en 5--reductasa que es una proteína que convierte la testosterona en la potente hormona sexual dihidrotestosterona, responsable del desarrollo de los caracteres secundarios masculinos, y que da lugar a que personas XY nazcan con características mas bien femeninas pero que en la pubertad, en respuesta al disparo hormonal, desarrolle los caracteres secundarios propios de un varón.

Pero la influencia de las hormonas va mas allá de lo que es meramente el desarrollo del cuerpo y trasciende al cerebro de modo que moldean incluso durante el desarrollo intrauterino, la relación que las neuronas van a tener entre sí, dependiendo de que prevalezcan andrógenos o estrógenos: el cerebro tiene sexo. Y si el sexo neuronal no coincide con el del cuerpo, esa persona va a tener un conflicto personal y social.
Hasta aquí la parte biológica mas elemental, y ya resulta claro que en esta cuestión no sostiene la clasificación binaria simple «hombre / mujer», «blanco / negro», sino que abre un abanico de colores en el que cada condición ocupa un lugar del espectro.
A estas cualidades biológicas, se añaden las psicológicas y las del comportamiento, las que tienen que ver con el entorno en el que se desenvuelve la persona. ¿Ha sido criado como niño o como niña? ¿Se siente atraído por hombres, mujeres, ambos o ninguno? En sociedad ¿juega el rol que se espera de su físico? ¿Siempre, a veces? Esto abre la paleta de colores aún más.
En resumen y como dice la canción de EnCantaDos:
«Hay multitud de colores
Hay quien sólo ve dos
Entre tu verde y tu amarillo
Yo veo miel, lima y limón
Siendo la vida un misterio
Me reafirmo en mi visión
De que entre azul y rosa
Hay un mundo en tecnicolor»

Muy bueno Isabel. Enhorabuena.
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